domingo, 7 de octubre de 2007

El destino y la alegoría del bondi

Le dijeron que le dijeron que esa tarotista por la zona de ciudadela era muy buena, incluso que era vidente.
'Da nombres'.
Pidió una cita telefónicamente. Parecía muy lejana la fecha pero finalmente el día llegó.
Pensaba en todas las posibilidades. Tenía un espectro más amplio que la mayoría de la gente ya que había ido a un par de sesiones de tarot antes. Todo ésto mientras viajaba en el colectivo, a modo de entretenimiento para evadirse de la realidad apretujada y estresante.
Pensaba que los bondis de la puerta del medio son un fastidio. Los peores son los que no tienen puerta al fondo. Invitaría al arquitecto o ideólogo a que viaje todos los días a su trabajo usando ese medio de transporte de lo más ridículamente diseñado.
Todas las mañanas debía elejir entre el menos incómodo. A veces se equivocaba y viajaba parada, otras veces acertaba y se sentaba. Casi como entretenimiento para pasar el momento del mal trago transportil. Era como una lotería: elejía su destino por la proxima media hora.
Aquella mañana descubrió que tras haber dejado pasar unos cuantos colectivos se había subido a uno que había tomado bajo las mismas condiciones esa misma semana y en el que había estado parada todo el viaje.
Haciendose un lugar, se paró en un lugar elejido, para descubrir que era el mismo que antes, pero prefirió quedarse igualmente. La gente que llegó después fue la que se sentó, como la última vez. Pudo haber cambiado su destino para evitar lo que sentía: la repetición de la suerte dada unos días atrás con sólo adentrarse en el mar de gente y apretujándose pidiendo permiso, pero se quedó en estado de parálisis, haciendo caso omiso a sus múltiples estrategias para poder sentarse (leyendo los gestos y movimientos de la gente proxima a levantarse).
Había logrado entonces lo mismo.
Recordó su anterior experiencia de tirada de las cartas del Tarot. El tarotista le dió muchos datos que pasarían en su vida de los cuales no estaba de acuerdo que le pasaran, entonces le preguntó cómo podía hacer para prevenirlos, y Siro, así se llamaba el mismo, le dijo que era imposible hacer eso porque el destino era imposible de cambiar.. podías tomar diferentes caminos pero ibas a acabar llegando siempre al mismo lugar, casi como el canto de una sirena, hipnotizante.
Se bajó y cumplió su rutina, luego acudió a la cita con la cartomante, para escuchar su suerte.
Ese destino que había predicho Siro se produjo, en iguales o diferentes circunstancias, imposible de torcer. Miraba al abismo y simplemente se tiraba para agarrar lo que el destino le tenía deparado, como aquella mañana en el colectivo.

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